miércoles, 18 de abril de 2007

"Obras encogidas" de Marcelo Lacasa

Libro: Obras encogidas
Autor: Marcelo Lacasa
Editorial: Nexo

Siendo la novela un género poco cultivado en La Rioja, es de saludar con entusiasmo un libro que la contiene por partida doble, ya que son dos las nouvelles que se dan maña para entrar en un solo volumen, e integrar estas “Obras Encogidas” de Marcelo Lacasa, un título hábilmente interpretado por la ilustración de tapa del editor, que con tan buena presentación, amerita el perdón por algún error tipográfico deslizado entre las páginas. Se trata de Mil nueve setenta y tres y La manzana de los cuerdos, publicadas por separado en 1990 y 1992, respectivamente.


Mil nueve setenta y tres
Transcurre esta novela en la ciudad de Aimogasta, a la que –sin demasiadas intenciones de despistar– el autor prefirió rebautizar como “Araugasta”, salpicándola de unas cuantas alusiones histórico-geográficas por si a alguien le quedaran dudas acerca del espacio elegido para la narración. Así, las referencias a Severo Chumbita como el héroe del pueblo, al olivo cuatricentenario como símbolo y síntesis de la historia del lugar, a los bordos de Talacán, los canales, las fincas... conforman el marco inconfundible en el que se mueve un grupo de personajes que ponen en juego sus sueños, intereses y fracasos, que, en mayor o menor medida, se vinculan con la actividad económica de la zona.
La local y eterna pulseada entre los pequeños productores aceituneros y los grandes industriales es la causa de los desvelos de Hugo Casal, el joven protagonista de la novela, que –acunando sueños de héroe en la más secreta intimidad– actúa impulsado por su natural rebeldía y un idealismo no contaminado con etiquetas políticas. Sus múltiples afanes, tanto personales como comunitarios, encontrarán sin embargo, más de un obstáculo, en un año interpretado como de mala racha por la mente supersticiosa de Hugo. Es el año que da título a la obra y no sólo genera expectativas personales, sino que se enmarca en circunstancias cruciales para la historia argentina, que cierra por entonces uno de sus muchos capítulos de gobiernos de facto, y se prepara –en medio de gran ebullición colectiva– a recibir el advenimiento de un nuevo período democrático que se anuncia peronista a todas luces.
Entre prejuicios ideológicos, resistencia social, vida familiar, intereses patronales y anhelos juveniles, se desliza sutilmente el humor, como eficaz condimento de muchas de las anécdotas pueblerinas que se entrecruzan para armar un tramo del devenir de esta “Araugasta” desbordante de olivos y de viento.

La manzana de los cuerdos
La manzana del imaginario albergue para “locos” no peligrosos donde transcurre esta historia, está situada en pleno centro de la ciudad de La Rioja, entre calles fácilmente identificables. En ese espacio, además del mencionado albergue en el que viven (o trabajan) los personajes de la novela, hay una capilla con salida independiente a la calle Hipólito Irigoyen y un hogar de niñas huérfanas (regenteado por las monjas propietarias de todo el predio) cuyo frente se ubica sobre la Copiapó. En otra de las cuadras que rodean la manzana, se levanta la lujosa vivienda de un profesional de la construcción, que gentilmente canjea favores y reparaciones edilicias por terreno y más terreno que se anexa a sus dominios.
Es ésta una novela estructurada en siete capítulos en los que la narración alterna los puntos de vista, intercalando capítulos en los que monologa el protagonista (Agustín) y capítulos en los cuales una mirada con absoluta conciencia autorial amplía la perspectiva narrativa.
Las valoraciones de Agustín mantienen la ingenuidad propia de quien nada sabe del mundo exterior porque la amnesia que lo domina sólo le permite recuperar fragmentos del pasado en imágenes oníricas y dispersas. Un sentimiento de orfandad por alguna ausencia hiriente, late con fuerza conmovedora a lo largo de la novela.
Personajes bien diseñados irán captando con sus vicisitudes, el interés del lector. Ahí están: Elena, idealista y solidaria, el doctor Quiroga que intenta apostar al amor en la madurez de su vida, la fresca Mariacé inspiradora de sensaciones y sentimientos nuevos en el protagonista, o el inolvidable Charly, de lograda caracterización, veterano de la Guerra de Malvinas, sabio y loco, cuyas aspiraciones no encuentran cabida en el mundo de la gente “normal” y terminan chocando brutalmente contra una realidad indiferente y ciega.

Obras encogidas: dos novelas cortas, ágiles e interesantes, que por momentos nos harán dudar de la pureza de la ficción y por momentos nos interrogarán acerca de la realidad en la que nos movemos a diario.

Marcela Mercado Luna (14 /10/ 2005)

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